(JUEVES RELATO) EL CHICO DE LA GUITARRA
Sigo recuperando relatos de hace años, editándolos para corregir fallos, y dándoles un nuevo aspecto gracias a las preciosas ilustraciones de Esther Raindo.
EL CHICO DE LA GUITARRA
©Teresa Cameselle
¡Sorpresa! Ahí está, por fin.
Toda la semana sin verle. Qué tontería, si total no me voy a atrever a
hablarle, como siempre.
Viene hacia mí, ay, Dios, busca
asiento, se va a sentar a mi lado. No. Se queda de pie, con la funda de la
guitarra atravesada sobre su espalda, como si fuera una espada medieval.
Le miró a los pies, es a lo único
que me atrevo a mirarle, teniéndole tan cerca. Lleva las zapatillas muy
gastadas, incluso con algún roto, y también los bajos del pantalón. Mi madre
nunca me dejaría salir así de casa. No valen de nada mis dieciocho recién
cumplidos. Claro que el chico de la guitarra parece mayor. Dos o tres años, a
lo peor cuatro y está en último año de carrera, por eso nunca consigo
cruzármelo en la Facultad, por más que lo intento. Nunca se fijará en una cría
de primer año. Es inútil seguir soñando. Si fuera más decidida, más descarada,
como Sonia que si ve a un chico que le gusta se acerca y le apunta su número en
la mano antes de que él se dé cuenta de lo que ocurre. O María, que dice que
antes de que acabe los estudios, habrá salido con más chicos que cuentas tiene
el rosario de su abuela, y para asegurarse, lo lleva siempre encima y le va
haciendo muescas, como si fuera una apuesta.
El autobús frena en seco, lanzándome hacia delante. Le golpeó
con mi carpeta en las rodillas y él se vuelve… Y me mira.
-¿Te has hecho daño? -me pregunta.
-No… Qué va.
(Pero si soy yo quien le ha pegado.)
(Pero si soy yo quien le ha pegado.)
-Este conductor está loco.
Me guiña un ojo y da dos pasos
hacia la puerta abierta. Casi me olvido de que también es mi parada, y salgo
trotando tras él, con una falta total de coordinación que a punto está de dar
con mis huesos en la acera.
No está por ningún lado. Ha
desaparecido, así de fácil. Me dirijo hacia la Facultad, pero en la avenida no
hay ni rastro del chico ni de su guitarra. Desando mis pasos y pruebo en la
primera bocacalle, y en la segunda; en la tercera lo encuentro por fin. Parado
en la puerta del supermercado, afina su guitarra.
Me acerco, vacilante. Seguro que
es una equivocación. Me estoy imaginando cosas. Pero no. Es exactamente lo que
parece. Sobre el suelo ha dejado una gorra que llevaba en la funda.
Paso rápido, sin detenerme,
mientras él inicia una melodía. No me atrevo a mirarle a la cara. Casi corro
hasta llegar a la esquina y doblarla. Me apoyo contra la pared respirando
hondo.
Tantas cosas que me había imaginado desde la primera vez que le vi en el autobús. Tantas…
Tantas cosas que me había imaginado desde la primera vez que le vi en el autobús. Tantas…
Y entonces su voz, clara y
melodiosa, me sorprende.
“Anna, you comme and ask me,
girl…”
¿Sabe mi nombre? ¿Me la está
dedicando? No, por supuesto que no la sabe. No me conoce. No tenía ni idea de
mi existencia hasta que le he golpeado con mi carpeta.
“To set you free, girl. You say
he loves you more than me…”
Es como un canto de sirena. No
puedo resistirme. Vuelvo atrás y me paró ante él, escuchándole como si cantara
solo para mí. Al llegar al estribillo, lo tarareo por lo bajo, acompañándole.
“All of my life, I´ve been
seerchin´ for a girl, to love me like I love you”.
Suenan los últimos acordes de la
guitarra. Algunas señoras dejan caer unas monedas sobre la gorra, él las
recoge, sin dejar de mirarme, intrigado.
-Es la canción favorita de mi
padre.
-Ahora me dirás que te llamas
Anna.
-Pero con una sola “n”.
-Vale, Ana con una sola “n”,
¿quieres que te cante otra de los Beatles?
Asiento con la cabeza porque, otra vez, su sonrisa me ha dejado sin palabras.
Asiento con la cabeza porque, otra vez, su sonrisa me ha dejado sin palabras.
No, hoy no llegaré a primera hora
a clase.
Comentarios
Te salió intenso y bello Teresa. Bico.
Bicos.