Q. DOCUMENTACIÓN
Cada noche, excepto los viernes, dedico una hora al primer borrador de "Q".
Los viernes no escribo porque suelo salir, sobre todo al cine, pero lo compenso dedicándole un par de horas los sábados por la mañana.
El argumento de esta historia lo tengo en mente desde hace tiempo, como ya dije en entradas anteriores, desde el mismo momento en que me propusieron escribir una historia sobre un personaje secundario de "Falsas ilusiones". Me asaltó de tal manera y lo vi tan claro, que en pocos días estaba escribiendo las primeras páginas. Después lo he abandonado para terminar otros proyectos, pero he ido tomando notas, perfilando los personajes y la trama. En cuanto a la documentación, en gran parte me sigue sirviendo la que manejé para "Falsas ilusiones" y "El mapa de tus sueños", actualizada puesto que he avanzado diez años desde la primera y trece desde la segunda, pero eso ya he contado que lo hago a través de periódicos en las hemerotecas.
La cuestión es que a lo largo del día voy pensando en la escena que escribiré esa noche. Como tengo facilidad para los diálogos, es en lo primero que pienso y a veces tengo que anotar frases que me vienen a la cabeza. Me encantan las luchas dialectales entre los protagonistas, y en esta novela va a haber mucho de ello, puesto que los dos son inteligentes, cultos, y tienen muchos secretos que condicionan su forma de actuar. Aquí una pequeña muestra:
"-No se quite méritos, es usted un gran bailarín, mucho mejor que yo.
-¿Debo preocuparme entonces por mis pobres pies?
-Debería, sí. Me han dicho más de una vez que mi talla de calzado es más grande de lo apropiado para una dama -Mariana resopló con fastidio-. Como si tener los pies más grandes o más pequeños fuera algo que se pudiera escoger.
-Yo los encuentro tan encantadores como el resto de su persona.
-No sea condescendiente conmigo.
-Sabe que soy su rendido admirador.
-Y un redomado mentiroso.
-No sé qué puedo haber hecho para que tenga tan pobre concepto de mí."
El problema con el que me enfrento a diario es la pequeña documentación", por llamarlo de algún modo. Aunque tengo clara la época, los escenarios más importantes, el vestuario, y mil cosas más, de repente se me ocurre por ejemplo enviarles al teatro, y entonces tengo que informarme sobre locales y funciones, como también conté en una entrada anterior.
O, mucho peor, decido ser ambiciosa y les invito a un baile al Palacio Real o Palacio de Oriente, como se le llamaba en la época (la foto antigua corresponde al Palacio). Y entonces me encuentro en la necesidad de disponer de mapas de las plantas del Palacio, de información sobre salones y decoración, de fechas de construcción y reformas. Y todo esto para poder decir, en una breve descripción, que en el Salón de Columnas hay una bóveda que tiene pintado a un dios Apolo.
¿Merece la pena?
Sí.
La documentación da credibilidad y fortaleza a una novela. Eso sí, no hay que abusar de ella. Como leí en algún sitio, tampoco se trata de contar cuántos candelabros hay en un castillo y describir uno a uno sus tapices. No se trata de "mira cuánto me he documentado", sino de que el lector se pueda situar en el escenario y en la época, sin pedirle un esfuerzo excesivo a su memoria histórica, ni a su imaginación.
Y ahora es cuando me arrepiento de las dos veces que he llegado ante las puertas del Palacio Real fuera de horario de visitas. Ya sé que no es exactamente el mismo que en tiempos de la Regencia de María Cristina, los casi ciento veinte años no pasaron en balde, pero sería de mucha utilidad poder comparar la información que he conseguido sobre el edificio en 1894, y su aspecto actual.
Por cierto, ¿sabéis que es el mayor Palacio de Europa Occidental y que tiene más de tres mil habitaciones? Es un museo en sí mismo, decorado con obras de arte de la pintura, de la escultura, con una colección de Stradivarius única, de armas de todo el mundo, de carruajes, etc., etc.
Os cuento más, sobre el Palacio y sobre la Regencia de doña María Cristina de Hasburgo, en la próxima entrada.
Comentarios